viernes, 21 de agosto de 2015

¿Cuán cristianos son los villancicos rumanos? (1)

Llevo unos días leyendo Las raíces históricas del cuento de Vladimir Propp – un libro fantástico que os recomiendo encarecidamente si no lo habéis leído; es mejor, en mi opinión, que su famosa Morfología del cuento.
Bueno, pues llego al capítulo sobre el caballo mágico que conduce al héroe al “otro reino”, al mundo de los muertos, en la visión de Propp sobre la que tengo mis reservas, y dice el libro que se produce la fusión entre el fuego como vehículo hacia el otro mundo (la ascensión del alma con el humo) y el caballo, animal totémico (antepasado mítico de la tribu) y psicopompo (que conduce el alma al otro mundo). Y luego habla del dios indio Agni, el caballo de fuego, etcétera, etcétera…
Propp no dice nada de la literatura rumana, vecina suya, aunque da detalles sobre mitos, ritos y cuentos de Oceanía. Habla algo sobre el color amarillo o rojo del caballo en los cuentos rusos – color de las llamas – y nada más.
Como se puede ver en La historia de Moro-Blanco, hay en los cuentos rumanos unos caballos que no sólo vuelan, sino que se alimentan de ascuas. El cuento mencionado no es el único en el que aparece un tal caballo. Y entonces, me pregunto ¿es el cuento rumano el exponente de una tradición anterior, quizá de la misma edad que la védica?
No lo sé, pero mientras estaba pensando en esto, me surgió otra idea: ¿Qué pasa con los villancicos? No, no estoy hablando de los villancicos “cristianos” con el niño en el portal y los tres reyes magos. Existe en la cultura rumana otro tipo de villancicos, más antiguos, confusos, casi ininteligibles para el hombre moderno, a menudo llamados “canciones de viejos” o “canciones viejas”, de un paganismo evidente disfrazado de cristianismo. Hace años que me obsesiona una de estas canciones, oída por casualidad en un CD de Stefan Hrusca (para quien quiera escucharla, os dejo el enlace aqui ).

La transcripción de la letra sería:


Bun gând ce-ai gânditu
Tăţi au şi venitu.
Numa’ Sân Nicoară
Pe mare venitu-i
C-un căluţ dalbuţu,
Dalbu de-asudatu-i,
Negru de-nspumatu-i,
Roşu de-nfocatu-i.

Şi eu mă-ntâlniu
Cu trei dabruzăi.
Şi ei mă rugară
Să nu-i las să piară.

Crucea o-ntorsăiu
Şi-afară-i scosăiu
Pe-o punte de nuc,
Ţie să-i aduc,
Sa şadă la tine,
Să le fie bine.

Să fii sănătoasă, gazdă, oi găzduţa noastă,
Şi plăteşti colinda noastră, oi gazduţa noastă.

Lo que en una traducción castellana (aproximada, teniendo en cuenta el idioma con matices arcaicos y regionales en la que se canta) sería:

Buen pensamiento que has pensado
Todos ya han llegado.
Sólo San Nicolás
Llegó por mar
Con un caballito blanquito,
Es[1] blanco de sudado,
Es negro de espumado,
Es rojo de fogoso.

Y yo me encontré
Con tres dioses blancos[2].
Y ellos me suplicaron
Que no los deje perecer.

La cruz la volví
Y fuera los saqué
Por un puente de nogal,
A traértelos a ti,
Que se queden contigo,
Que les vaya bien.

Queda sana, nuestra anfitriona, ay nuestra pequeña anfitriona,
Y paga nuestro villancico, ay nuestra pequeña anfitriona.

Quitando los últimos dos versos claramente circunstanciales, el resto parece no tener ningún sentido y, sobre todo, muy poca relación con la religión cristiana. Es verdad que se menciona la cruz, pero incluso ella es una falsa alusión al Dios cristiano. La cruz es un símbolo muy anterior al cristianismo, aparece miles de años antes, incluso sobre el territorio de la actual Rumanía, en la cerámica de la cultura Cucuteni, por ejemplo, con una antigüedad de más de 6000 años.

         
             Vasija perteneciente a la cultura Cucuteni

Fragmentos de cerámica de Cucuteni

 Por no hablar ya de la cruz gamada, conocida como esvástica.

Así que la cruz es, quizás, el elemento menos cristiano de todo el „villancico”.

¿Podría ser, entonces, la mención de San Nicolás el elemento cristiano del villancico? Sí, podría ser, pero no lo es. Lo primero que salta a la vista es su nombre en rumano, Sân Nicoară  y no Sfântul Nicolae. Aunque parezca lo mismo, hay una gran diferencia: mientras el último es San Nicolás del cristianismo, precursor de Papa Noel o de Santa Claus, el primero es un personaje mucho más antiguo que se ha vuelto muy oscuro con el paso del tiempo. En los cuentos rumanos Sân Nicoară es el guardián del Sol o el que mantiene el Sol en su lugar y no lo deja desviarse de su recorrido diario; también aparece como guardián del puente (al otro mundo) o barquero de almas.

Pero empecemos por el principio: ¿quién eres „tú” el que „has pensado”? Se podría decir que es el anfitrión mismo o, mejor dicho, la „anfitriona” – quedémonos de momento con esta explicación que deja más interrogantes que respuestas, ya que seguimos sin saber quién es la anfitriona.
Y sigue: Todos ya han llegado. ¿Quiénes? Los seres que se pueden llamar o invocar con el pensamiento, en los que estaba pensando el misterioso „tú”. Estos seres no son, seguramente, de este mundo, sino del otro, idea reforzada por la inmediata mención de Sân Nicoară  cuya naturaleza ya la hemos discutido. Se trata de un conjuro, de un llamamiento lanzado a los habitantes del otro mundo – antepasados, espíritus guardianes – para cumplir con su papel en el rito de cambio de estación.
El protagonista del rito llega, finalmente, „del mar”, otra alusión a su condición de Caronte, pero en este caso su medio de transporte es el caballo que reúne, en un solo animal, los tres atributos del caballo-guía o del caballo-acompañante al mundo de más allá: es blanco, negro y rojo – es decir: puro o espectral, muerto y de fuego.

Como conclusión a esta primera parte podemos afirmar que estamos ante un rito de paso, en el que una mujer chamán (la anfitriona) invoca a seres del otro mundo; estos llegan al instante, llevados por el pensamiento de los vivos, a excepción de „San Nicolás” que llega por mar acompañado de su caballo.

Sobre la última parte, y la más interesante, ya hablaremos la próxima vez.

  





[1] O también está, ya que el rumano no diferencia entre ser y estar.
[2] La palabra rumana, dabruzăi, no aparece en ningún diccionario; se puede deducir su significado aproximado de “dioses blancos” separando sus dos partes (dabru zăi), muy parecidas a dalbi zăi, es decir “blancos dioses”. Es posible también que sean dobri zăi, es decir “dioses buenos” aplicando una etimología de filiación eslava.

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