Atendiendo la invitación del AMPA y del profesorado del Instituto Ítaca (Villamayor de Santiago, Cuenca), he presentado algunas de las características del cuento rumano. Para los interesados, aquí está el texto de mi discurso:
1.
¿Por qué es diferente el folclore rumano?
1.1 Consideraciones históricas
El territorio actual de Rumanía estaba
poblado, hace 2 500 años, por los dacios,
un pueblo guerrero que los romanos tardaron siglos en conquistar.
El que finalmente consiguió someter a la
mayor parte de las tribus dacias en el año 106 de nuestra era fue, de hecho, un
español, el emperador romano Trajano nacido en Santiponce, en la provincia de
Sevilla.
Se dice que el botín que el ejército de
Trajano se llevó de Dacia era tal, que se suprimieron los impuestos en todo el
Imperio Romano durante años porque el oro de los dacios era suficiente para
todos los gastos de la administración romana. Pero esta es otra historia…
Lo realmente importante es que la
dominación romana duró poco, apenas 170 años, y en 271 Aureliano decide retirar
sus tropas de Dacia para defender el Imperio al Sur de Danubio. Los dacios y
los colonos romanos se quedaron solos ante los invasores venidos de las estepas
asiáticas. Su única defensa fueron los Cárpatos, las montañas que surcan el
territorio del país – se retiraron, pues, en las montañas e intentaron evitar
cualquier contacto con los demás pueblos. Así preservaron su lengua, el latín
popular, y su cultura precristiana; su mitología, sus cuentos, sus tradiciones
de miles de años se mantuvieron sin cambios importantes por otros dos mil años.
1.2 La cristianización del
territorio rumano
Otra de las causas de estas diferencias
entre el folclore rumano y el folclore del Oeste de Europa es la particular
forma en la que la nueva religión cristiana penetró en los territorios
habitados por los antepasados de los rumanos, es decir los dacorromanos.
Como ya hemos visto, en el siglo 4,
cuando el cristianismo es declarado religión oficial en el Imperio Romano,
Dacia ya no pertenecía al Imperio – llevaba casi cien años abandonada. Así que
no hubo ninguna cristianización impuesta por el emperador, sino un lento cambio
de los dioses paganos a los santos cristianos, resultado de unas elecciones personales
de cada habitante de las aldeas.
Pero, ¿por qué eligieron los dacios ser
cristianos, cambiar a sus dioses por un dios extraño venido de Oriente, si
nadie los obligaba a hacerlo? ¿Por qué cambiaría nadie su religión sin ninguna
presión del exterior?
La respuesta a estas preguntas nos hará
vislumbrar las particularidades de la mitología dacia y, más tarde, rumana: lo
único que los dacorromanos cambiaron fue los nombres. Ellos ya creían, desde
milenios, en un dios que murió y luego resucitó – no a los tres días, es
verdad, sino a los tres años. Su nombre era Zamolxis y, dice la leyenda, había
permanecido enterrado en una cueva de los montes Bucegi durante tres años antes
de resucitar.
Los dacorromanos aceptaron, pues, al
dios Jesucristo y lo integraron en su mitología sin por eso renunciar a la
tradición anterior. Los nombres cambiaron, pero las leyendas no. La Iglesia
cristiana ortodoxa mezcló lo antiguo con lo nuevo de tal forma que, incluso hoy
en día, no es raro ver una especie de extraña colaboración entre los curas
ortodoxos y las brujas, sacerdotisas de la antigua religión dacia, personas muy
respetadas en los pueblos rumanos tradicionales.
2.
La visión del mundo en la tradición rumana
Dadas las circunstancias, no debe
extrañarnos que la mitología se haya conservado sin apenas cambios durante
miles de años en el territorio habitados por los rumanos en el Este de Europa y
que se haya transmitido a través de cuentos hasta el día de hoy.
2.1 Los dos “mundos”
El mundo reflejado en los cuentos
rumanos es muy diferente de la visión cristiana. Hay que decir, desde el
principio, que en estos cuentos aparecen dos espacios, más o menos claramente
delimitados, entre los cuales se mueven los héroes: “este mundo” o “esta
tierra” – lugar de los humanos – y “el otro mundo” o “la otra tierra” que, a
diferencia de la tradición del Oeste, no es el lugar de los muertos, sino de
unas criaturas fantásticas, seres con poderes mágicos procedentes de la antigua
mitología dacia. Nunca sabremos dónde está situada esta tierra, ni cómo es
exactamente su parecido, porque no hay palabras para describirla, tal como lo
confiesa el narrador del cuento de Benjamín
el Valiente y las manzanas de oro:
“Benjamín
llegó al otro mundo, miró inseguro a su alrededor y con gran asombro vio todas
las cosas cambiadas: la tierra, las flores, los árboles, las bestias eran de
otra forma por allí”.
¿De qué otra forma? No se nos dice.
Los dos espacios están comunicados y los
humanos pueden entrar, en ciertas condiciones, en el mundo mágico, así como los
seres fantásticos pueden aparecer en nuestro mundo.
2.2 Los habitantes del otro mundo
Y ahora, ¿quiénes son los habitantes del
otro mundo?
Los más comunes son los zmei, unos reptiles con apariencia humana
que viven en palacios mágicos de la otra tierra, poseedores de poderes
sobrehumanos y que a menudo vienen a nuestro mundo para robar princesas o, más
grave aún, para quitarnos el Sol y la Luna y llevárselos a su mundo. Es lo que
pasa en el cuento de Greuceanu:
“Erase una vez un emperador y se llamaba el
Emperador Rojo. Estaba él muy apenado porque en sus días unos zmei habían
robado el sol y la luna del cielo.”
Este “otro mundo” es también hogar de la
vieja del bosque, llamada a veces “la madre del bosque” o “hermana Iaga” –
espíritu maligno que vive en la oscuridad y se dedica a robar niños o chicas
jóvenes de nuestro mundo. En el cuento del Príncipe
de la lágrima, el emperador nos la describe así:
“una arpía añosa y fea, que anda por mis
tierras con la tormenta de la mano. Por donde pasa ella, la faz de la tierra se
seca, los pueblos se desvanecen, las ciudades quedan en ruinas. La he
perseguido yo para darle caza, pero nada he conseguido. Y para no perder todo
mi imperio fui obligado a cerrar un acuerdo con ella y a darle como tributo a
cada decimo hijo de mis súbditos. Hoy mismo vendrá a cobrarse el tributo.”
Y ella aparece: “cabalgando en la medianoche con alas de viento, con cara arrugada
como de roca hueca y surcada de arroyos, con un bosque por pelo, bramaba a
través del aire sombrío la loca vieja del bosque. Sus ojos – dos noches
turbias, su boca – un abismo abierto, sus dientes – filas de piedras de molino.”
Pero es posible que el más extraño entre
todos los habitantes de la otra tierra sea el malvado del cuento de Aleodor emperador, cuyo nombre en sí le
sirve de descripción: se llama
“Medio-hombre-cabalgando-sobre-medio-conejo-cojo”. ¿Y qué quiere este monstruo?
Se lo pide él mismo al héroe: “para que
te libres de castigo no te queda otra que traerme a la hija del emperador
Verde”, es decir, igual que los zmei,
quiere algo que no pertenece a su mundo, sino al nuestro.
2.3 Empiezan los problemas
Esta intrusión de los seres del otro
mundo en el mundo de los humanos representa, normalmente, el motivo por el que
un héroe – príncipe, guerrero o simple labrador – tiene que viajar al mundo de
los zmei, luchar con ellos y
restablecer el orden.
Pero no es el único motivo. Existe, por
ejemplo, en el folclore rumano un cuento muy extraño, llamado Juventud sin vejez y vida sin muerte, en
el que la motivación del héroe es bien diferente. Dicho cuento empieza, como
mucho otros, con un emperador y una emperatriz deseosos de tener un heredero,
pero incapaces de conseguirlo. Y dice el cuento:
“Al final se enteró el emperador que había en
un pueblo cercano un viejo sabio y mandó a traerlo; pero éste
contestó a los mensajeros que el que le necesite lo venga a buscar. Así que se
levantaron el emperador y la emperatriz y, acompañados por algunos de sus
nobles, guerreros y sirvientes, se fueron a casa del viejo. Y atisbándolos
desde lejos el viejo salió a recibirlos y les dijo:
-
Bienvenidos en paz; pero ¿qué buscas, emperador? El deseo que albergas mucha
tristeza te causará.
-
Yo no vengo a preguntarte esto, dijo el emperador, mas si tienes algunas
pócimas que nos hagan tener un hijo, que me las des.
-
Tengo, le contesto el viejo; pero vais a tener un hijo solo. Será Niño-Hermoso
y querido y no vais a disfrutar de él.”
Como siempre pasa en los cuentos, el
emperador ignora los consejos del sabio y le pide la medicina. Pero cuando
llega la hora de nacer, el niño empieza a llorar en el vientre de su madre y no
quiere nacer hasta que el emperador no le dice:
“- Calla, hijo querido […]que te daré tal y
tal imperio; calla, hijo, que te daré de esposa a tal y tal hija de emperador,
y muchas otras como estas; en fin, cuando vio que no se callaba, le dijo otra
vez: calla, hijo mío, que te daré Juventud sin vejez y
vida sin muerte.
Entonces
el niño calló y nació.”
Como se puede ver, los humanos mismos
pueden alterar el orden entre los dos mundos, buscando cosas que no les
pertenecen. Es evidente que lo que el emperador promete no es de este mundo,
sino del otro, la tierra de los zmei,
de los duendes y de las hadas y es allí donde el hijo tendrá que ir a buscarlo.
Sea por lo que fuere, el héroe tiene que
viajar entre los dos mundos.
2.3 El camino
Siendo humano – son raros los héroes con
poderes mágicos en el folclore rumano – el valiente necesita la ayuda de unos
seres especiales, a medio camino entre este mundo y el otro, pero que no
pertenecen a ninguno de los dos.
Estos ayudantes pueden tener apariencia
humana o también pueden ser animales mágicos. El más importante de ellos es el
caballo del héroe, que no es un caballo cualquiera, sino uno que habla, da
consejos, y puede volar al igual que Pegaso de la mitología griega. Para
merecer un acompañante tan valioso, el héroe tiene que pasar la prueba de la
confianza, es decir, tiene que ser capaz de ver más allá de la apariencia
física y valorar los poderes ocultos bajo un parecido desagradable. Por
ejemplo, en La historia de Moro-Blanco,
el joven príncipe tiene que elegir su caballo entre cientos. Será el elegido el
que se atreva a comer ascuas:
“Llena después una bandeja de ascuas, la lleva
a las cuadras y la deja abajo entre los caballos. Y entonces, ¡toma ya!, de
entre la yeguada sale un caballo jamelgo, de cruz seca y pelo enmarañado, tan
flaco que se le podían contar las costillas; y encaminándose sin vacilar hacia
la bandeja, coge un bocado de ascuas. El hijo del rey le pega entonces con las
riendas en la cabeza diciendo:
-
¡Jamelgo mugroso que eres! de todos los caballos, ¿justo tú tenías que comer
ascuas? si otra vez te traen tus pecados por aquí, ¡mala suerte te esperará!
Luego
empieza a pasear los caballos para un lado y para otro, y ¡toma! que el rocín
huesudo se apresura y coge otro bocado de ascuas. El hijo del rey le pega otra
vez con las riendas a más no poder, y después vuelve a pasear los caballos de
un lado a otro, a ver si viene otro caballo a comer ascuas. Pero mira que la
tercera vez, el mismo jamelgo se presenta y empieza a comer ascuas hasta que
las acaba. Entonces el hijo del rey, enojado, le vuelve a pegar, otra vez con
todas sus fuerzas, luego le pone el cabestro y, colocándole las riendas, dice
entre sí: “¿Qué me lo lleve o qué mejor lo suelte? Me da que seré la burla de
todos. Con un caballo como este, mejor a pie”.
Y
como estaba él pensando, que si llevárselo, que si dejarlo, el caballo se
sacude tres veces y en seguida se le queda el pelo lustroso y se hace joven
como un potro, que no había otro corcel más hermoso en toda la yeguada.
Después, mirando en los ojos del hijo de rey, dice:
-
¡Monta en mí, amo, y agárrate bien!
El
hijo del rey le pone el bocado, monta, y en seguida el caballo lo lleva volando
hasta las nubes y luego vuelve a bajar como una flecha. Después otra vez lo lleva
volando hasta la luna y lo baja más deprisa que el rayo. Y mira que la tercera
vez lo lleva volando hasta el sol y, cuando toca tierra, le pregunta:
-
Eh, amo, ¿qué te parece? ¿Has pensado alguna vez que tocarías: el sol a paso,
la luna con el brazo y que buscarías en las nubes corona de querubes?”
Una vez elegido el caballo, el viaje
puede empezar. Y, como hemos dicho, es difícil trasladarse de un mundo al otro,
así que nuestro héroe necesita toda la ayuda que pueda conseguir. En La historia de Moro-Blanco, por ejemplo
intervienen, entre otros, cinco personajes situados en el límite entre mágico y
ridículo. El primero es Friolón, “una alimaña de hombre que se achicharraba
al lado de un fuego de veinticuatro cargas de leña al tiempo que gritaba, a más
no poder, que se moría de frío. Y es más, ese hombre era algo espantoso; tenía
unas orejas salidas y unos labios gruesos y morrudos. Y cuando soplaba por
ellos, el de arriba se le doblaba por encima de la coronilla, mientras el de abajo
le colgaba hasta taparle la barriga. Y en cualquier cosa donde llegaba su
aliento, se ponía la escarcha de un palmo o más.” Luego se topa con Hambrón,
“un gigantón [que] comía los surcos
detrás de 24 arados y al mismo tiempo gritaba a todo pulmón que se moría de
hambre.” El siguiente es Resecuzo, “un
esmirriado [que] se había bebido el agua de 24 estanques y un río que movía 500
molinos, nada más, y al mismo tiempo gritaba que se moría de sed.” El
cuarto viene Ojón, algo muy parecido al Cíclope griego: “un contrahecho con un solo ojo en la frente, tan grande como un plato
y cuando lo abría no veía nada;
tropezaba ciego con todo lo que encontraba. Mas cuando lo tenía cerrado,
tanto de día, como de noche, decía ver hasta las entrañas de la tierra.”
Por fin, para completar la alegre cuadrilla, llega Pajar-Ancho-Largo, “un endriago de hombre [que] iba cazando
pájaros con el arco. ¿Y creéis que la maestría y el poder de ese hombre sólo
estaban en su arco? ¡Ni hablar! Tenía otra maña aun más estremecedora y un
poder más grande que el del diablo: cuando quería se ensanchaba hasta rodear la
tierra con los brazos. Y otras veces se afinaba y se alargaba hasta tocar la
luna, las estrellas o el sol con la mano y más aún.”
A Greuceanu, otro héroe, le ayuda el
Herrero de la Tierra, el nombre rumano del dios Hefesto. Éste le desvela los
secretos de la metamorfosis, le enseña cómo transformarse en cualquier animal,
por ejemplo en paloma: “Greuceanu dio
tres volteretas y se transformó en paloma. Porque, ya sabes, él había aprendido
las artimañas que le había enseñado el Herrero de la Tierra”.
A veces el héroe necesita ayuda también
para volver del otro mundo. A Benjamín, por ejemplo, le ayuda un zgripsor (en su versión femenina, zgripsoroaica), un ave fantástica con
apariencia de águila gigante y con los poderes mágicos típicos de los seres del
mundo no humano,
algo entre la quimera griega y el ave fénix.
Pero incluso los animales más humildes
pueden ayudar: a Moro-Blanco le ayudan las hormigas y las abejas, mientras que a
Aleodor emperador le sacan de problemas un lucio (el pez), un cuervo y un
tábano.
3.
La guerra de los mundos
Una vez constituida la alianza, el
héroe, como representante de nuestro mundo, está preparado para enfrentarse a
los seres de la otra tierra. Es una batalla épica entre el Bien y el Mal,
aunque no siempre toma la forma tradicional de la lucha armada.
3.1 Luchando contra los monstruos
La imagen tradicional de este
enfrentamiento es, sin duda, la de dos guerreros armados que pelean entre sí al
estilo y a la imagen de los caballeros medievales.
Y es así como se producen las luchas en
muchos de los cuentos rumanos: el protagonista llega a la morada de los señores
del otro mundo, a menudo después de haber vencido a un dragón, espera a los zmei escondido en algún sitio (debajo de
un puente, detrás de una puerta, en un bosque) y los provoca a un combate
singular. Es lo que hace Greuceanu: espera debajo de un puente la llegada de
los tres hermanos zmei contra los que
tiene que luchar. Mata a los dos primeros y vuelve bajo el puente a la espera
del tercero, el mayor y el más fuerte de los tres.
“Entonces
salió Greuceanu de debajo del puente y le dijo:
-
Eh, zmeu valiente, ¡ven a luchar conmigo!¡Cortémonos con las espadas, puncémonos
con las lanzas o mejor luchemos cuerpo a cuerpo.
Llegó
el zmeu y empezó la lucha: con las espadas lucharon hasta que se les rompieron
las espadas, con las lanzas se punzaron hasta que las lanzas también se les
rompieron; luego empezaron a luchar cuerpo a cuerpo: se sacudían el uno al otro
que temblaba la tierra; y el zmeu apretó a Greuceanu, pero éste, adivinando las
intenciones del zmeu, se infló y se atiesó los tendones y nada le pasó, luego
Greuceanu apretó a su vez al zmeu, justo cuando no se lo esperaba, que le
crujieron los huesos.
Nunca
se había visto tal lucha. Y lucharon, y lucharon hasta que llegaron al mediodía
y ya se cansaron. Entonces pasó volando un cuervo por encima de ellos,
balanceándose por el aire y observando su combate. El zmeu lo vio y le dijo:
-
Cuervo, cuervo, pájaro cenizo, tráeme agua en tu pico y te daré de comer a un
caballero y a su caballo.
Dijo
también Greuceanu:
-
Cuervo, cuervo, tráeme a mí agua dulce en tu pico, que yo te daré de comer tres
zmei muertos y tres caballos.
Cuando
oyó estas palabras, el cuervo le trajo a Greuceanu un pico de agua dulce y
apaciguo su sed; porque estaban muy sedientos. Entonces Greuceanu cobró ánimo
y, esforzándose, levantó de una vez al zmeu y luego lo pegó contra la tierra
que lo enterró hasta el cuello; le puso el pie en la cabeza y así sujetándolo
le dijo:
-
Dime, zmeu asqueroso, dónde has escondido el sol y la luna, que hoy no saldrás
con vida de mis manos.”
3.2 Otras luchas
Hay muchos ejemplos de este tipo de
lucha en los cuentos rumanos. Pero también existe otro tipo de enfrentamiento,
incluso más difícil. Son las llamadas “pruebas” a través de las cuales el héroe
demuestra sus cualidades y se enfrenta a sus miedos.
El árbitro (el que impone las pruebas y
juzga sus resultados) suele ser el señor de la otra tierra, que muy a menudo
aparece con el nombre de Emperador Rojo o Emperador Verde – lo que nos podría
llevar al caballero Verde de la historia de Sir Gawain y a sus fuentes
nórdicas. Aunque parezca humano, este señor Rojo o Verde no lo es, por lo menos
no del todo. Es una criatura del otro mundo, un mago, un hechicero o
simplemente un sabio que pone a prueba las cualidades del protagonista y
castiga a aquellos que se atreven a pedir cosas que no se merecen.
Las pruebas toman muy a menudo la forma
de un juego al escondite. En el cuento de Moro-Blanco,
por ejemplo, la hija del emperador Rojo que, se nos dice abiertamente, es una
hechicera, se transforma en pájaro y se esconde. Los ayudantes del
protagonista, Ojón y Pajar-Ancho-Largo, la persiguen:
“En seguida se marchan tras ella, y no andan
mucho cuando Ojón ya dice:
-
Mírala, Pajar-Ancho, mira, allá detrás de la tierra, agachada tras la sombra
del conejo; ¡agárrala y no la sueltes!
Pajar-Ancho
se ensancha todo lo que puede, empieza a tentar entre la maleza y, cuando está
a punto de atraparla, ¡fiuuu! hasta la cima de una montaña y se esconde detrás
de una roca.
-
Mírala allí, en la cima de la montaña, detrás de esa roca, dijo Ojón.
Pajar-Ancho
entonces se alza un poco y empieza a hurgar detrás de las rocas; mas cuando
está a punto de atraparla, ¡fiuuu! otra vez y se esconde justo detrás de la
luna.
-
Mírala, Pajar-Ancho, mira allá, detrás
de la luna, dijo Ojón; ojalá pudiera agarrarla yo para darle un repaso.
Entonces
Pajar-Ancho se estira lo que puede y se alza hasta la luna. Luego, rodeando la
luna con los brazos, atina el pajarillo, lo agarra por la cola y casi le tuerce
el cuello.”
Pero la más difícil de todas es la
prueba de la melancolía. En muchos cuentos el héroe llega y se queda en la otra
tierra, se casa con un hada maravillosa y lleva una vida feliz; pero la
condición de su felicidad es el olvido. A través de hechizos, los seres del
otro mundo le hacen olvidar su vida anterior, porque nadie puede ser feliz si
echa de menos a sus padres, su tierra, todo lo que había querido una vez. Y
aquí está la trampa: hay un sitio – un tercer espacio, digamos, que escapa
tanto al control de los humanos, como al de la magia – totalmente prohibido, y
este sitio es el valle del llanto. Si
un humano quiere ser feliz en el mundo mágico, no puede pisar este valle.
El príncipe del cuento de la Juventud sin vejez y vida sin muerte
obtiene lo que estaba buscando, llega a la tierra sin muerte y se casa con la
emperatriz de esos lugares. Pero un día, sin
darse cuenta, pisa el valle del llanto. Empieza a recordar su vida anterior y
la melancolía le invade, así que decide volver a casa de sus padres, aunque le
dicen que ya han pasado miles de años en la tierra de los humanos y que no va a
encontrar a nadie de sus conocidos con vida.
Vuelve a la tierra de los mortales y, a
medida que avanza por ella, envejece rápidamente. Cuando llega a las ruinas del
palacio de su padre, ya tiene una barba blanca hasta las rodillas. Para
sobrevivir tiene que regresar al mundo mágico, pero no puede: la melancolía se
lo impide, así que se queda mirando las ruinas:
“Viendo los palacios derrumbados y la maleza
que los había invadido, suspiró y con lágrimas en los ojos, intentó recordar
cómo estaban hace tiempo estos palacios, bañados de luz, y cómo había pasado
allí su infancia; los rodeó dos o tres veces, buscando cada estancia, cada
rincón que le recordase el pasado; las cuadras donde había encontrado a su
caballo; luego bajó al sótano cuyo entrada estaba tapada por los escombros
caídos.”
Y así llegamos a una de las
características más extrañas de los cuentos rumanos: no siempre acaban bien.
Hay cuentos en los que el héroe no puede ganar, independientemente de su
valentía, y Juventud sin vejez es uno
de ellos:
“Buscando
por un lado y por otro, con la barba blanca hasta las rodillas, levantándose
los párpados con las manos y caminando apenas, no encontró más que un baúl
ajado; lo abrió, pero no había nada dentro; levantó la tapa del escondrijo y
una voz débil le dijo:
-
Bienvenido, que si hubieras tardado un poco más, habría perecido yo también.
Sólo
una bofetada le dio su Muerte, que se había secado y había encogido dentro del
escondrijo, y él cayó muerto y en seguida se transformó en polvo.”
4.
Conclusión
Hay muchas otras cosas que se pueden
decir sobre el folclore rumano, hay muchos otros cuentos interesantes, casi
desconocidos en Europa y en el mundo, que guardan algo del sabor especial de
los tiempos pasados.
Los rumanos no tenemos una historia
gloriosa, nunca hemos sido un imperio y siempre hemos tenido que luchar para
preservar ese rincón nuestro en las fronteras de la civilización.
No hemos tenido tampoco una gran cultura
– cuando Nebrija publicaba su Gramática
y Cristóbal Colón salía a buscar nuevos mundos, los rumanos vivíamos todavía en
pequeños reinos a merced de los poderosos de la época.
Nuestra mayor contribución a la cultura
europea y mundial es el recuerdo, la conservación de la memoria de esos tiempos
cuando en el mundo había misterios y sitios sin explorar.
Y ahora, como dicen, en mi silla he de montar y mi cuento he de
acabar.
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